Recordando los que conocía y conociendo algunos más.


     Cada vez que paso por la caótica y super transitada glorieta del éxito y veo una valla publicitaria con letras grandes y vistosas anunciando que ahí están mis impuestos, no puedo evitar molestarme al reflexionar sobre las latentes malas intenciones, tanto de esa como de cualquier promoción política, al seguir considerando a la gente como simples borregos a convencer y deslumbrar. Pero bueno, ese no es el tema que aquí me ha convocado, simplemente una alusión a los proyectos –sin proyección- locales se hace imperante para poder mostrar, en contraparte, una iniciativa que, aunque no reciente, acabo de recordar y hasta adularé. Ahora sí, hablemos de literatura.


     Hay libros que gozan de ser poco vistosos y atractivos. Considero, con temor a equivocarme, que quien disfruta de una biblioteca personal, siempre en construcción, está en la capacidad de reconocer la ubicación y los títulos que con esfuerzo o “ligereza” ha logrado conseguir. No obstante, en ocasiones, alguno triste y olvidado se esconde tras la inmensidad de obras ejemplares por la simple peripecia de un olvido o desinterés. Pues bien, eso le pasó a uno de los míos.

     Es azul, decorado con el tricolor local y letras arreboladas con la inscripción: “En Ibagué está primero el placer de la lectura.” Es tan delgado que tal vez por eso lo olvidé en su momento hace ya varios años. He aquí su contenido.

     Luego de un prólogo exclusivo para regalar rosas y gardenias a la administración, viene lo bueno. Doce cuentos literarios. En un par de páginas, se encuentran referencias de los autores, eso es algo usual, pero encontrar información de escritores locales, algunos de ellos desconocidos para mí -y quizá para muchos de los lectores de esta nota-, representó una gran motivación. Empero, resalto la aparición de otros autores de reconocimiento universal como Poe, Tolstoi, Hemingway, Papini, Dickens y W.W. Jacobs. De ellos y sus cuentos, no hay nada que decir. Por otra parte, Hugo Ruíz, José Alejandro Pinzón, Roberto Ruíz Rojas, Policarpo Varón, Miguel Serrano López y Libardo Vargas Celemín, obviamente merecen una distinción especial.

Los cuentos; respectivamente:


• El canto del cisne
• La otra infamia
• Se ha quebrado un espejo
• Rosas para toda una vida
• Sólo la piel
• Safari


     De la lista anterior, los dos primeros son, a mi parecer, cuentos que denotan algunas limitaciones en su forma. Quizá para mí (tal vez para usted sea lo contrario, estimado lector), el argumento no es lo suficientemente atractivo. Sin embargo, los autores lograron un sobresaliente todo. Por otra parte, los cuatro cuentos siguientes lograron maravillarme, cada uno a su modo: Gozan de características estéticas envidiables y argumentos tan atractivos que atrapan hasta al más desinteresado de los lectores gracias al lenguaje preciso y hasta divertido. Ora bien, si he venido de más a menos en la descripción del contenido de este libro, tengo que hablar más concisamente de “Safari” y “Sólo la piel”. ¡Vaya relatos!


     En “Safari”, referencias al desasosiego de cualquier joven que aún no madura y de quien su vida ya se encuentra destinada a ser un raso servidor de la patria: “¡Soldado Ryan!, presente mi general. ¡Soldado Terminator!, firme mi sargento, ¡Soldado Swarzenegger!, aquí mi capitán. ¡Todos…al ataque, al ataque!, al ataque simulado donde se llenaban de coraje y brincaban las acequias, trepaban los muros, bajaban por las manilas y cantaban…” Sin duda la coquetería del texto reside en la voz omnisciente y lo permisible para la imaginación.

     Por otra parte, “Sólo la piel” nos muestra una voz en primera persona, o mejor, en primer león, porque es precisamente el rey de la selva y su lucha por sobrevivir frente a las inclemencias de la mano del hombre, quien narra sus peripecias y su conseguida venganza: “Hago largos recorridos por mi reino. Me alejo por dos, tres semanas. Pero tranquilo, porque ellos no se irán, y a mi vuelta me acerco hasta el poblado y doy un rugido corto, para que sepan que he vuelto, que los acecho, que espero su muerte. ¿Creían ser los únicos que sabían cazar?; ¿creían ser los únicos en complacerse con la vista de la sangre, con desollar la presa para dejarla a un lado del camino?”.

     En suma, confieso el placer que me causa conocer más literatura local, buena en este caso, que me brinda como lector una idea remota de la visión ibaguereña que tienen estos escritores. Sin duda me esperan muchas más indagaciones y nuevas lecturas que me permitan ampliar mis referencias sobre los escritores aquí reseñados que ya conocía y los que no.



     Para terminar, afirmo que si mis impuestos son usados también para el fomento de este tipo de proyectos culturales dejaré mi actitud negativa y, digamos, grosera, sobre el futuro de esta ciudad. Huelga decir que un solo texto no basta y que seré feliz cuando en Ibagué exista una feria del libro.




     La antología está a disposición de quien desee estudiarlo. Carácter devolutivo.

4 comentarios:

  1. Más arte como más lucha por la creación literaria.

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  2. me paresen intesantes y como con un sentimiento extraordinario

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  3. en el cuento solo la piel por que el león desprecia la carne de los humanos

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