Fly Rendón

Me fascina la sangre, en especial la de las personas. Es tan dulce, no muy caliente, no muy fría, en su punto perfecto. Tengo que confesar que la sangre me enloquece y que todo el día pienso en cómo conseguir una gota más. 


Yo soy Fly Rendón y no tengo amigos-sólo compañeros de vuelo-, vivo solo, vuelo solo, consumo sangre solo. Mis dos únicos amigos-los únicos que he tenido en mis 30 días de existencia- fueron masacrados a mano de quién sabe quién. Recuerdo ese día en que Mosco Patiño y Volador Díaz estaban allí, aplastados sobre una pared con sus alas rotas, con la sangre…con la sangre que cubría sus cuerpos-que banquete se habrían dado-, murieron a manos de quien momentos antes había sido su víctima.
Ahora que lo pienso bien, ser zancudo no es para nada fácil, todo el tiempo somos perseguidos por esos gigantes llamados personas, nos ven volar y ¡Pao!, manotazo va y viene. Esas personas tienen unas pequeñas larvas a las que llaman hijos y que se demoran mucho tiempo en crecer; a decir verdad, yo nunca he visto crecer a uno. Las personas son malas, son zancucidas… ¡Qué horror! Hasta entre ellos se matan- lo sé porque cuando eso sucede hay mucha sangre, y cuando hay sangre, ahí estoy-. Yo nunca he visto que un zancudo agreda a otro. Desde la muerte de Mosco y Volador yo no hago más que volar sin rumbo fijo. 



Yo me he salvado de morir a manos de gigantes varias veces. Por ejemplo, un día mientras tomaba sangre de un “dedo”, como lo llaman las personas, sentí un manotazo que afortunadamente alcance a esquivar pero con mi ala derecha herida, duré como dos días sin poder volar y por ende, sin sangre. 



Me queda poco tiempo de vida, lo sé, cada vez siento que se me acaba el aire. Se que estoy en medio de una mano de un gigante que mientras yo volaba sobre larva, o hijo-como sea- me atrapó. En otras ocasiones me había salvado pero creo que de esta no me salvo. Me aprieta cada vez más. Espero que alguno de mis compañeros de vuelo-que esté cansado de nuestras muertes indiscriminadas- tenga la capacidad que, cuando pique a una persona, no cierre la herida como siempre hacemos por eso que le dicen ética, sino que la deje abierta y muera como lo hago yo en este momento.

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